lunes, 7 de junio de 2010

Penales contra la impunidad

Para cientos de personas, el jueves pasado fue un día histórico: por la mañana comenzó el Juicio Público y Oral contra seis de los represores que actuaron en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio “Automotores Orletti”. Algunos esperaron ese día durante treinta y cuatro años, otros durante quince, otros menos. Lo cierto es que para todos ellos, ese era un día especial al que no llegaron solos, ni por casualidad. En este caso, la agrupación H.I.J.O.S, conformada por hijos e hijas de víctimas de la última dictadura militar, tomó la posta y organizó una original actividad a la que se sumaron Familiares y otras organizaciones, entre las que por supuesto –como viene ocurriendo desde hace más de un año- se encontraba la Tupac. A partir de las dos de la tarde, entonces, y aprovechando la euforia por el mundial, se patearon “penales contra la impunidad”. La metáfora incluía la participación de un supuesto militar, un supuesto clérigo, y un supuesto Juez (el árbitro), además de la personificación de Mauricio Macri, en representación del empresariado cómplice.

Comodoro Py es una avenida de doble circulación en el barrio de Retiro. Se extiende por pocas cuadras, pero tiene dos edificios que son ciclópeos y parece interminable. El escaso tránsito y el perfil de una de las grúas del puerto en el horizonte generan una sensación de soledad. Al 2002 de esta avenida, comienzan las escalinatas que conducen a los Tribunales Orales Federales donde se desarrollan los cuatro juicios de Capital Federal por delitos de lesa humanidad. Justamente ahí estaban las vallas frente a las que se congregaron los familiares de víctimas y militantes sociales.

El cielo está despejado, con pocas nubes y a esta hora del mediodía el clima pasa desapercibido. Ni calor, ni frío. Algunas jóvenes con remeras blancas en las que se lee la leyenda “Juicio y Castigo”, un círculo rojo y una gorra militar, cuelgan carteleras con dibujos hechos por estudiantes del IUNA durante audiencias pasadas. El arco de fútbol 5 y el escenario móvil –una camioneta- ya están dispuestos, lo mismo que los grafittis en las veredas “30 mil compañeros presentes” “Aquí se juzgan genocidas”.

Amy Rice es joven, lleva el pelo largo color castaño oscuro e integra la agrupación HIJOS. Apenas llego me pregunta si puedo disfrazarme de Mauricio Macri. “Nadie quiere hacerlo”, arriesga. Antes de que pueda responderle, vemos que alguien se calza la máscara, de manera que conversamos acerca del Juicio. “Este es un momento de felicidad, pero también un momento que nos compromete a seguir la lucha adentro y afuera de la sala”, apunta.

Con la fuerte movilización del 24 de marzo pasado, la histórica marcha de los pueblos originarios e inclusive con los masivos festejos por el bicentenario, más los nueve Juicios Orales y Públicos que la Justicia argentina está llevando a cabo en todo el país, convive la solicitud de amnistía que recientemente fuera presentada por cientos de represores a través de un segundo plano del Episcopado al Gobierno Nacional y que Horacio Verbistky hizo pública el domingo 30 de mayo en Página/12. De allí el contrapunto que Amy resalta.

Los preparativos para comenzar a patear los penales están casi listos. Mientras el clérigo con su cruz en la mano, se reune a solas con el militar y el árbitro, en pose de conciábulo, Amy ahonda en el trasfondo del slogan de HIJOS “los juzga un Tribunal, los condenamos todos”: “Con los escraches lo que comenzamos haciendo era trabajar en los barrios con los vecinos y con las diferentes organizaciones sociales que ya estaban en la zona. Hoy en los juicios aspiramos a hacer lo mismo”, dice. Las cámaras del canal estatal de noticias, Visión 7; del oligopolio Clarín, TN; de CrónicaTV y de CN23, del multimedios del empresario Sergio Spolsky, hacen algunas tomas y Amy cierra: “Creemos que hay que reconstruir las redes sociales exterminadas por la dictadura militar; entonces, por una decisión política, todos los emprendimientos que hacemos, los hacemos acompañados. Hay que seguir organizándose y generando espacios participativos”.

Julio Morresi con la camiseta puesta y el pañuelo que lleva en tanto padre de un hijo de 17 años secuestrado y asesinado por la dictadura será uno de los primeros en patear. Rozando los ochenta años y el pelo blanco, conserva la compostura y la lucidez. “Esto que tienen los chicos, esta iniciativa y esta cosa tan linda que hacen la veo muy bien”, me dice con felicidad. Él, que acompañó a su mujer desde las primeras rondas en Plaza de Mayo, agrega: “Treinta y cuatro años de lucha y nunca tuvimos respuesta. Recién a partir de este gobierno y del anterior empezamos a tener respuestas por lo que luchamos y eso es muy importante”.

El militar tiene los guantes puestos y se acomoda para atajar. Morresi subraya: “La Marcha de los Pueblos Originarios, a la que con mucho gusto acompañamos y los festejos del Bicentenario fueron una maravilla. A todos esos chantas que dicen que el pueblo está triste y está peleado, le demostramos que el pueblo está unido y va con los mismos objetivos de siempre. Por eso Cristina va a seguir siendo presidente y el próximo va a ser Néstor”. Cuando le llega el turno, patea dos, tres, cuatro veces. En una de ellas acierta.

¿Se hará Justicia? Por “Automotores Orletti” se calcula que pasaron más de trescientas víctimas del plan orquestado por los militares argentinos en conjunto con las fuerzas de inteligencias de Chile, Paraguay, Brasil, Bolivia y Uruguay. Plan Cóndor. En la actualidad, además de haber recuperado para la promoción y defensa de la memoria los Derechos Humanos, la construcción que sirvió de fachada durante algunos meses de 1976, el Estado Argentino lidera el enjuiciamiento de crímenes de lesa humanidad cometidos en gran parte de América Latina a partir de los años setenta. En esta ocasión los genocidas Néstor Horacio Guillamondegui, Rubén Víctor Visuara, Eduardo Rodolfo Cabanillas, Honorio Carlos Martínez Ruíz, Raúl Antonio Guglielminetti y Eduardo Alfredo Rufo están imputados por 65 casos.

Los miembros de HIJOS y Familiares patean uno detrás de otro. El árbitro se comporta invariablemente de manera imparcial: anula goles, desvía pelotas, permite que el obispo o cardenal hagan de barrera, que Macri funcione como un segundo arquero. La pantomima es seguida con chistes por parte del público y el clima es de algarabía: hay goles.

Manuel Alzina, referente de la mesa nacional de la Tupac, aprovecha una distracción y anota. También está contento. Me cuenta que “en la asamblea de delegados del lunes pasado, se comentó que estaba esta actividad y se decidió participar. Hace unas horas compañeros de la villa 31 plantearon que estaban cerca, que la organización no tenía que reparar en gastos y que querían venir a bancar a los organismos de derechos humanos para que se juzgen a los genocidas, asique acá estamos poniendo corazón”.

Le comento que Amy Rice refirió la importancia de articular entre diferentes espacios. Alzina informa “Con los chicos de HIJOS hace ya un año y medio que estamos articulando en todo el país. También con Madres, Abuelas, porque la única lucha que se pierde es la que se abandona”. Consultado acerca del panorama actual, Alzina señala “que este año se dieron un montón de acontecimientos muy masivos que demuestran que la sociedad no solamente está para avanzar en los juicios por los desaparecidos, sino que también quiere avanzar en el reconocimiento de las culturas preexistentes al bicentenario”. Entusiasmado, coincide con Morresi: “Y bueno, el bicentenario mostró que las cosas no estaban tan mal como mostraban los medios. En los stands de los organismos de derechos humanos podía percibirse que millones no quieren retroceder, millones no quieren impunidad y millones quieren seguir avanzando para que haya justicia en este país”.

El árbitro da el pitazo final y a la exposición metafórica del funcionamiento de los poderes impunes de la Argentina, le sucede una serie de discursos en los que se enfatizan responsabilidades y señalan intenciones políticas.

Desde el escenario, Carlos Rice, hermano de Amy, coordina el acto. Sus padres son un cura irlandés tercermundista que militaba en villas y una militante peronista que fueron secuestrados en octubre del `76 y sobrevivieron. Como fueron testigos de varios juicios, Carlos y Amy crecieron en el ámbito de los organismos de derechos humanos. A su lado están Lita Paolín, titular de Familiares, Julio Morresi, José que es hijo de desaparecidos y querellante en la causa, Raquel Witis de la Comisión por la memoria de zona norte y la nieta de Juan Gelman, Macarena, cuyo padre y madre fueron asesinados en Uruguay, en complicidad con los represores argentinos que actuaron en “Automotores Orletti”.

Luego de los discursos, Macarena baja del escenario sin haber hablado. Le pregunto cómo se siente. Me cuenta: “Para mí, además de que todo esto es nuevo, porque en Uruguay la posibilidad de estos juicios orales no existe, tener esta experiencia me parece muy bueno. Por primera vez pude ver la cara a los tipos que tuvieron que ver con la muerte de mi papá. Los tengo individualizados, sé quienes son. Sé que están atravesando un juicio que es mucho más de la posibilidad que tuvieron mis padres. Y realmente es como muy fuerte, ¿no? porque hasta que uno no llega a esta instancia, no se da cuenta de la importancia que tiene. La verdad lo que lamento es la ausencia en este juicio de los militares uruguayos, tan responsables como los argentinos. Como todos sabemos es muy probable que nunca sean extraditados, pero bueno, por lo menos esto va a ser lo más cerca de la Justicia que voy a estar y de lo que estado nunca en mi vida.”

Mientras su abuelo sigue los juicios desde México, país al que se exilió días antes de que secuestran a su hijo, Macarena explica que para ella es fuerte estar ahí, pero que le sirve para buena parte de la reconstrucción. “Lamentablemente hasta tanto no declare el 5 de Agosto, no puedo presenciar las audiencias testimoniales. Pero bueno, a partir de entonces, todas las que estén en mis posibilidades de estar, voy a estar”, se despide.

El tono de balance está suspendido en el aire y de una manera u otra interviene en las conversaciones. HIJOS cumple quince años desde aquella fundacional consigna por “Juicio y Castigo a los genocidas”. Después de incontables escarches, charlas, marchas y homenajes, empiezan a ver los resultados. Al respecto, Carlos Rice sustenta: “Tenemos compañeros que se recibieron de abogados y están adentro de las audiencias, compañeros que están testimoniando. Sentimos que somos partícipes de esta historia y que estamos logrando aquellos objetivos que nos parecían casi utópicos cuando nos juntamos. Son pocos los que están siendo juzgados, son algunos, pero la Justicia, los Tribunales y los jueces empiezan a dar cuenta de la magnitud que tuvo este genocidio”.

Es un día histórico, pero no es el único. El juicio recién comienza y tampoco es el único. Durante todo este año habrán mucho más días singulares. Será que estamos torciendo el rumbo de la historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario